sábado, 31 de octubre de 2020

¡VIEJITA LINDA!... ¡MAMÁ!



Hoy de la madre es el día

que es todo el año, en verdad,

y aunque hoy conmigo no está

su recuerdo es alegría.

 

Se fue por ley de la vida

y desde entonces se extraña

… soy hijo de sus entrañas

¡Vieja querida!… ¡Mamá!

 

Añorarla es poca cosa

nunca alcanzan los recuerdos,

ni lo que cuentan los versos

… para mujer tan virtuosa.

 

Por tanto amor entregado

… tanta lucha cotidiana,

al saberte tan lejana

hoy me siento abandonado.

 

Con tu ausencia no hay caricia

ni ese oportuno consuelo,

que dabas con gran anhelo

por ver conforme a tus hijos.

 

Por tu amor tan necesario

y tu entrega generosa,

mi alma se siente dichosa

cuando te recuerda a diario.

 

 

 

Jorge Horacio Richino

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QUIZÁS HAYA QUE AGRADECER

  

 

¿No se si quiero contarlo...

si es buena o mala la racha?

... Tanto tiempo en la covacha

que no se como llevarlo.

 

Quizá en lugar de quejarme

tenga algo que agradecer,

pues por este padecer

acaso logré salvarme.

 

Es así, cual lo relato,

pues solo y en este encierro,

me salvé me muerda un perro

o que me arañe algún gato.

 

Evité mil infecciones

al permanecer en casa,

me libré del sol que abrasa

que puede causar lesiones.

 

El contacto con la gente

pide cada día más;

si hasta, quien sabe, capáz,

esto es lo más conveniente.

 

No me amontoné en el tren

ni viajé todo apretado,

podría haberme apestado

y no me hubiera hecho bien.

 

De cuántas cosas malignas

hube de haberme librado,

y hoy me siento desolado

frente a mi conducta indigna.

 

No obstante aborrecí la hora

en que cayó esta pandemia,

y nos puso en "cuareterna"

... y las plumas de la lora.

 

¿Será este encierro podrido

que me tiene fastidiado,

o estaré desconcertado

por tan desagradecido?

 

 

 

 

Jorge Horacio Richino

Copyright.

AQUELLAS CALLES DEL HUMILDE BARRIO

 

Transcurría la primera mitad del siglo XX. Buenos Aires era una ciudad pujante y progresista que se iba modernizando día tras día y las clases medias ya tenían un mejor pasar debido a que las condiciones económicas y sociales mejoraban en Argentina.

Pero a pesar de ello en algunos suburbios de la ciudad todavía continuaba viviendo gente de categoría más humilde, trabajadores aún ligados a actividades que se estaban pasando de moda, pero algunas de ellas aún subsistían con el progreso.

Un ejemplo eran los carreros*, que distribuían la leche, el pan, pescados, y los vendedores de cacharros, escobas y plumeros y otros tantos oficios. Por eso la presencia de los herreros (herrador de caballos) en algunos puntos de la ciudad. Curiosamente, estos últimos convivían ya  con el oficio de gomero (comerciantes de gomerías para automóviles que iban creciendo día a día), pero ello ya es harina de otro costal y prefiero no perder el hilo de lo que les estoy relatando.

En general, estos trabajadores, habitaban la zona sur de la capital y allí todavía se respiraba un aire a nostalgia de otras épocas, pues las costumbres se mantenían -en algunos casos- a la vieja usanza.

Solía pasar o visitar aquellos sitios (por familiares, amigos y hasta por alguna noviecita de adolescencia) y conservo muchos recuerdos. No es que yo viviera en un barrio ilustre, pero ya se mezclaba en el, el modernismo con lo que de a poco comenzaba a salir de circulación.

Entre esos recuerdos figuran algunas calles aún sin asfaltar donde los niños jugaban a la pelota y daban rienda suelta a todo tipo de travesura que pudieran realizar; también las viviendas mezcladas en categoría, algunas con rejas y pequeños jardines al frente, usualmente con rosales, y otras con sus sencillas fachadas modestamente revocadas y pintadas a la cal.

En esas arterias de barro, muchas sin desagües pluviales, las aguas iban a parar a una zanja que distaba a unos dos metros aproximadamente de los frentes de las casas y en concordancia con las puertas, solía haber un pequeño puente, ya sea de madera u otros materiales como piedras o ladrillos, para poder cruzar el mencionado desagüe.

Como podrán notar, todo era verdaderamente muy modesto... por no decir pobre.

Cuando entraba la noche la apariencia de esos lugares se hacía más densa y extraña. Ya todos estaban en sus casas y muy pocos frecuentaban la calle, solamente los jóvenes o malevos*, que se apostaban en las esquinas.

Todo era sombrío y turbio. Los perros ladraban desconsolados, vaya a saber uno el porqué; lo que aumentaba la tristeza del desolador paisaje.

Luminarias públicas no abundaban. Solo un fanal colgaba en la intersección denominada "esquina", que con pálida luz apenas alcanzaba a contornear las formas que ocupaban el lugar.

El observar esa imagen era de una inmensa tristeza, y en ese instante algo -no se qué- se cruzaba por la mente... y se te desgarraba el alma de pena.

 

 

Jorge Horacio Richino

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Carrero: Hombre que tiene como oficio el guiar las caballerías, utilizando una carroza o vehículo similar.

Malevo: (Río de la Plata) Hombre pendenciero, provocador, de mal vivir y diestro en el manejo del cuchillo; su figura se convirtió en personaje de tangos y sainetes en las primeras décadas del siglo XX.