Cayó una lágrima
inundando la
angustia
que dormía
indolente
frente al
abstracto presagio
que comenzaba a
asomar.
Fue como látigo
sin piedad
que azota la piel
desnuda
y la troza en
jirones.
Como el mismo
diluvio
que agitó la
Tierra
o la borrasca en
la remota montaña.
Secuestradas
sonrisas
quedaron cautivas
por siempre,
cuando el gesto y
la mente
se tornaron
adustos
en la
búsqueda
de un refugio
inexistente.
Y una paz sin
bandera
agitó para siempre
la fantasiosa
estabilidad
que perdió el
equilibrio
... mientras caía
una lágrima
inundando su
mundo.
Jorge Horacio
Richino
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