Aquellos días de cine
gentes a plena
emoción
llenaban su corazón
esquivándole al
derroche,
mirando cualquier
función
… matinée, vermouth o
noche.
Posados en sus
butacas
y al lado de otros
sentados
o quizás también
parados
más con ojos bien
atentos,
parecían embobados
… a prima facie
contentos.
Comenzado ya el
rodaje
entraba en marcha la acción
y sin mayor dilación
todos cerraban el
pico
a excepción de algún
borrico
mal educado y bufón…
… que no paraba de
hablar
mientras la gente
chistaba
y por demás se
enojaba
armándose flor de
interna,
y así el acomodador
encendía su linterna.
Un chispazo de
repente
en la pantalla se vio
pues la cinta se
cortó
y en un febril
pataleo
el público enardeció.
¡Oh Dios Santo que
jaleo!
No faltaba algún
guarango
que al toque abría un
paquete
todo lleno de
panqueques
que en su boca se
metía
... mientras hablaba
comía
con asqueroso
deleite.
Cuántas cosas que
pasaban
en esas raras
funciones
y a pesar de
situaciones
sumamente
bochornosas,
hoy las guardo como
hermosas
y me llenan de
emociones.
Jorge Horacio Richino
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