Con simple vocabulario
para nada glamoroso,
breves historias esbozo
aunque no soy un
falsario.
Libres van mis
pensamientos
atravesando fronteras,
y gasto las lapiceras
pues aún me quedan
cuentos.
Son relatos en postales
que van automatizados,
en versos que están
grabados
y adornados con
retales.
Valen dos o tres cospeles
y a mí no me dejan
nada,
siempre la misma
avivada
de lucrar con mis
rondeles.
De rabia me da calambre
esa actitud imperial,
aunque la dejo pasar
si a alguno le mata el
hambre.
Seguiré la serpentina
de dejarles mis ideas,
pues para ver cosas
feas
prefiero que me
reimpriman.
Y así me siento dichoso
al dar de comer al
tonto,
que bien roba y se hace
el zonzo
en su afán de
codicioso.
Al menos esas tarjetas
que se venden a
raudales,
son pensamientos
globales
de una prole de poetas.
Jorge Horacio Richino
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