Corría el año 1927 en la tranquila ciudad de Buenos
Aires, cuando una mujer “Rosa Gaggero” atravesaba la puerta de su casa con
destino al Almacén de comestibles del asturiano “Arguelles”, en el barrio de
Almagro, pero hubo algo que la hizo regresar inmediatamente a su domicilio. Serían
aproximadamente las 19:45 horas de una noche fresca y serena de una primavera
no muy templada.
De pronto, al acercarse al cordón de la vereda y al punto
de poner un pié en la calle desde donde los adoquines ya desprendían reflejos
de las luces públicas recién encendidas, vio correr por el cordón un pequeño
barquito de papel, de color rojo, el que seguramente habría modelado algún niño
humilde que se entretenía con juegos tan sencillos como botar esas frágiles
navecillas en las aguas que corren y terminan en las alcantarillas de alguna
esquina.
Entró con gritos de espanto, atemorizando a su hermana
Teresa y desparramando con sus atropellados pies las cuatro macetas con
geranios y malvones que adornaban la entrada a la casa.
¿Qué pasa Rosa?... Preguntó Teresa, al tiempo que trataba
de calmarla.
Mas Rosa gritaba desesperada, Francesca, Francesca!
Teresa preguntó: ¿Qué le ocurre a Francesca, qué tiene?
¡Di algo, por Dios!
Rosa llorando expresó: Sé que se hundió el “Principessa
Mafalda”, lo vi con mis propios ojos. No sé, tal vez una premonición, pero no
me equivoco vi hundirse ese barco y sabes que allí viene nuestra querida amiga
de la infancia. ¡Francesca... Francesca... !
Cálmate y cuenta un poco. ¿Cómo es que lo sabes Rosa?
Un barquito de papel que vi venir arrastrado por el agua
que va a la alcantarilla, de pronto dio un giro y se deshizo delante de mis
ojos, y en mi mente se presentó otra imagen, la del transatlántico hundiéndose
en mar abierto.
Amanecido el 28 de octubre de 1927, los periódicos
confirmaban el hundimiento de la insigne nave a las 19:00 horas del día
anterior y la lista de tripulantes y pasajeros rescatados y fallecidos. Se
trataba de un total de 1261 personas, de las cuales 429 perecieron, y fue
justamente frente a las costas de Brasil, muy cerca de Porto Seguro, su destino
final debía ser el puerto de Buenos Aires.
Noventa travesías había realizado el inmenso y ultra
lujoso navío, entre Italia y el puerto de Buenos Aires. Sus viajes solían ir
con numerosos argentinos que, en aquellas épocas se permitían pasar sus
vacaciones en Europa y hasta darse el lujo de llevar una vaca en el barco a fin
de tener leche bien fresca para sus hijos, y en su retorno, el vapor lo hacía
con miles de inmigrantes –en su mayoría italianos- que venían a “hacer la
América”, como era común decir entonces.
Francesca pereció ahogada en el naufragio y Rosa Gallero
la lloró hasta el día de su propia muerte. Era la amiga dilecta… Como una
hermana más.
A Rosa se la escuchaba decir a diario: ¡Querida
Francesca, querida Francesca! ¡Oh Dios!... Y, agregar además, pensar que
también Carlitos (por Gardel) había viajado en dicho buque, el año anterior a
la tragedia.
¿Recuerdas Teresa? ¡Podría haber muerto el Zorzal!
Pero además de esta visión, Rosa, tuvo otras
premoniciones y presintió la horrible muerte de la Principessa Mafalda María
Elisabetta Anna Romana di Savoia, en cuyo honor la Compañía de “Navigazione
Generale Italiana Societá Riunite Florio & Rubatino” había bautizado al
vapor con su nombre.
Hay que reparar en lo que significan, en oportunidades,
los infortunios del destino, al tener en cuenta que la “pobre” y hermosa
inspiradora del nombre de este desafortunado navío, también encontró una muerte
atroz a los escasos 41 años de edad, y fue casualmente un día 27 en el campo de concentración de Buchenwald, ya que
Hitler la hizo arrestar junto a su marido, a causa de lo que consideró como la
“traición” de Víctor Manuel III rey de Italia (padre de Mafalda).
Fue confinada a la barraca nº 15, llamado el
"barracón de aislamiento", oculto en medio de un inmenso bosque un
tanto alejado del campo de concentración propiamente dicho.
El 24 de agosto de 1944 se produjo un bombardeo por
aviones de las tropas aliadas y la Principessa resultó muy gravemente herida.
Hubo intentos de salvar su vida, pero al ser atendida
fuera de tiempo, murió desangrada tres días después.
Algunas personas no creen que hay mentes capaces de
anticipar en su pensamiento hechos futuros a partir de la interpretación de ciertos
indicios o señales, o solamente por
simple intuición, lo cierto es que esta gente existe.
Sé muy bien lo que
cuento, pues conocí demasiado a Rosa Gaggero, ya que muy estrechos lazos me
unían a ella.
Jorge Horacio
Richino
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Imágenes: Google
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