domingo, 28 de febrero de 2010

La aceptación de mi gente.


Tuve que hacerme el profeta
para entrar en tierra ajena,
pues en la propia no creían
que algo en mi valía la pena.

Crucé por duros caminos
dejando atrás la nostalgia,
intentando se notara
-al menos- mi fiel constancia.

Y seguí firme mi senda
a costa de cualquier precio,
por sentirme convencido
de su conducta de necios.

Más las vueltas de la vida
me hicieron tocar la cima
y empezaron a escucharme
aunque yo no les creía.

Después de pasado un tiempo
mis rencores puse enfrente
y valoré conseguir
la aceptación de mi gente.

Mi obstinación y mi empeño
me hicieron romper la regla
y ahora puedo afirmar
que soy profeta en mi tierra.
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Autor: Jorge Horacio Richino.
Buenos Aires, 28 de febrero de 2010
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