Sorprendido de repente por tu imagen
sentí una fuerte sensación que aún no me pasa.
Estabas allí, tendiendo al sol tus ropas
a escasos quince metros de mi casa.
Era un verano ardiente de calor insoportable
y el fuego se hacia dueño de nuestras terrazas.
Más te vi tan fresca y tan ligera de ropaje
que esa visión, inesperada, estremeció mi alma.
Sabía que habías detectado mi presencia
y sin embargo continuaste tu quehacer.
Qué agradecido estoy porque lo hayas hecho,
pues pude seguir observando tu bello cuerpo de mujer.
Tiempo hacía ya que no me sorprendía
con algo tan natural, como la belleza pura y cautivante
… de tus piernas y otras anatomías aún más hermosas,
como el mismísimo primor de un espejismo deslumbrante.
Fue un día domingo en horas tempranas
que se vieron derramados tus encantos sobre mi mente y corazón,
por ello te pido que no dejes de repetir otro nuevo advenimiento
que el recuerdo no deja de colarse a cada instante en mi razón.
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Autor del Poema: Jorge Horacio Richino.
Buenos Aires, 20 de enero de 2010.
Todos los derechos reservados.
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Poema simultáneamente publicado en:
y otras páginas y ediciones del autor.
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