Aquella noche de fiesta
luego de bailar pegados,
nos fuimos para la calle
ansiosos y acalorados.
Recorrimos la manzana
ciñendo yo tu cintura,
con las manos aferradas
y nuestras bocas muy juntas.
Así dimos varias vueltas
hasta sacarnos las ganas,
de besarnos sin control
cuando ya era madrugada.
Tu boca me entregó el calor
de esos labios no olvidados,
y el néctar de sus humedades
junto a tu rouge perfumado.
Nunca más noté a mujer
besarme con vehementes ganas,
jamás se repitió ese hechizo
en los brazos de otras damas.
Fueron para mi tus besos
lo mejor en mis inicios,
ardientes juegos de amor
que allí tuvieron principio.
Confieso que esos momentos
tan puros como apasionados,
quedaron en mi corazón,
muy adentro ... bien guardados.
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Jorge Horacio Richino
Todos los derechos reservados.
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Poema simultáneamente publicado en:
y otros sitios y ediciones del autor.
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